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La Posada

Nuestra Posada está ubicada en una de las zonas más pintorescas de la ciudad de Alta Gracia, en el barrio Villa Carlos Pellegrini.

La atención personalizada de sus dueños y el atractivo paisaje natural se combinan para hacer su estadía placentera y satisfactoria.

Su ubicación es privilegiada ya que se encuentra a pocos metros del Arroyo Chicamtoltina, de la Terminal de Omnibus, del Parque García Lorca, del Santuario de la Virgen de Lourdes, del Casino del Sierras Hotel y del Golf Club de Alta Gracia. A tan solo 10 minutos de caminata es posible acceder a los Museos: Casa del “Che” Guevara, Casa de Gabriel Dubois, y Casa de Manuel de Falla.

En el Casco Histórico se encuentran el Tajamar, la Estancia Jesuítica Casa del Virrey Liniers,la Parroquia Nuestra Señora de la Merced, el Obraje – declarados Patrimonio de la Humanidad por UNESCO - y la Casa dela Cultura, todos lugares de muy fácil acceso.

Misión


Nuestra misión es brindar un servicio personalizado de calidad y excelencia en un ambiente familiar de calidez y tranquilidad donde el huésped se sienta cómodo, disfrute de un espacio de máximo relax y descubra los encantos de nuestra villa serrana.

Nos preocupamos por mejorar la calidad de los servicios y ofrecer alternativas originales y diferentes a nuestros huéspedes.

Estamos comprometidos con la comunidad de Alta Gracia, participando y colaborando con las actividades que se realizan en pos de mantener y difundir los aspectos culturales y turísticos de la ciudad y su valor histórico.

 

Historia

arbol
Donde ahora se levanta la posada, hace algunos años había un árbol. Un majestuoso y centenario Álamo Carolino. Se erguía entre todos los árboles del lugar y los opacaba. Era imposible que tus ojos no quedaran atrapados en su belleza. Sus largas y gruesas ramas se extendían hacia los terrenos vecinos. Era la casa de los benteveos, de los cocholotes, de los loros, de los pájaros carpinteros, los tordos… También las palomas torcazas anidaban en él. Desde la galería de nuestra casa siempre lo contemplábamos y admirábamos a la distancia; la naturaleza en su esplendor, sin importar qué estación del año era: siempre imponente, voluptuoso. En invierno perdía las hojas y lucía soberbio, altivo en su desnudez, semejante a un vigía controlando todo a su alrededor. En primavera, casi sin darnos cuenta, recuperaba las hojas y reverdecía… frescura, sombra, intensidad. Pasábamos mucho tiempo observándolo y comentando sobre su belleza. Creíamos que estaría allí por siempre. Pero se enfermó. Nos dolió mucho talarlo. Se llenó de agua adentro. Se estaba pudriendo. Se le caían sus ramas enormes y era peligroso. Es una característica de estos árboles. “Populus deltoides”. Lo que quedó del tronco era tan grande que lo dejamos, pensando que tal vez volvería a crecer de alguna manera. Las raíces del Carolino permanecen en el terreno. Cuando los albañiles cavaron para hacer los cimientos, encontraron Raíces del Carolino en casi toda la superficie del predio. El Carolino se quería quedar en su lugar…en nuestro lugar. Parece una leyenda y con el tiempo lo será.
Este relato es en recuerdo del majestuoso Carolino de alta gracia...